La Danza como terapia: así es una clase desde dentro

Los socios y socias logran mejorar sus síntomas motores a la vez que disfrutan

La Danza como terapia: así es una clase desde dentro

A paso ligero, como casi creando una pequeña coreografía con los pies, la profesora Guillermina Bedoya ha entrado esta mañana a la sede de Alcorcón para impartir su clase de Danza. “¡Perdonad, había mucho tráfico!”, ha exclamado mientras caminaba hacia el Salón de Actos del Hotel de Asociaciones y saludaba a los socios y socias que estaban allí preparados para dejar guiar su cuerpo al ritmo de la música.

La coreografía llevada a cabo durante esta clase en Alcorcón es nueva, pero incorpora pasos ya practicados en sesiones anteriores, y busca crear un paralelismo con lo que es en sí la propia danza: un impulso para seguir adelante. “Vamos a comenzar sentados, con uno de vosotros como apesadumbrado, y cuando empiece la música quiero que vayamos a él y le animemos a seguir nuestros pasos”, explicaba la profesora mientras replicaba los pasos que iban a componer el baile.

Sentados en sillas frente a Guillermina, los socios y socias asistentes  a la clase comenzaron a imitar sus movimientos. Primero, agitando el tronco de atrás adelante, luego los brazos de arriba a abajo y por último las piernas y los pies guiados por el compás de las guitarras de la música de fondo. A través de estos pasos, los afectados por la enfermedad de Párkinson pueden combatir algunos de los síntomas motores más comunes de la enfermedad, como la falta de coordinación o la rigidez.

Además de ayudar a la movilidad de los afectados por Párkinson, la Danza es una sesión terapéutica que consigue que los socios y socias disfruten de nuevas formas de interacción social a la vez que mejoran su ánimo. Y es que la música traspasa barreras que a veces parecen infranqueables, y durante el rato que dura la sesión los asistentes olvidan las limitaciones propias de la enfermedad para centrarse en divertirse siguiendo la melodía. 

El baile desarrollado durante esta mañana estaba compuesto por cuatro actos: dos de ellos con los participantes sentados, sacando sus mejores pasos al ritmo de la guitarra, y otros dos con los bailarines ya de pie fusionando movimientos de flamenco y cabaret. “¡Hay que ponerse muy sexys!”, decía la profesora mientras describía los pasos. “Pues claro que nos ponemos sexys”, respondió riendo la socia Pepa a la vez que hablaba de que – eso sí – si tenían que vestirse acorde al cabaret “ponerse el liguero es muy complicado”.

“¡No es tan complicado!”, replicaba entre risas la también socia Rosario, mientras movía los pies con tanto ritmo como dudas. “Me parece que estoy yendo al revés”, comentó mientras Guillermina le indicaba que el movimiento del pie era al lado contrario. Rufino, Avelina  y el resto de socios asistentes a la sesión han logrado aprender mucho de esta nueva coreografía, pese a que en ocasiones manifestaban perderse en los pasos. “Cuando eso ocurra: improvisad ¡La vida es puro teatro!”, alentaba la profesora mientras daba por finalizada la clase de Danza.