Una mañana de visita llena de historia y sol por Alcalá de Henares

Los socios de Aparkam disfrutaron de una excursión el pasado miércoles día 22 de febrero a la ciudad complutense

Una mañana de visita llena de historia y sol por Alcalá de Henares

Tras salir en autobús desde Alcorcón y Leganés, veinte socios de Aparkam llegaron el pasado miércoles 22 a Alcalá de Henares dispuestos a pasar un soleado día lleno de disfrute. Paseando por una de las puertas de entrada – restos de la muralla que hace siglos bordeaba la ciudad- los excursionistas cayeron en la cuenta de que la visita estaría llena de historia y cultura. Y así lo corroboraron cuando llegaron a su primera parada: La Plaza de las Bernardas. 

Allí les esperaba Laura, Responsable de Comunicación de la asociación y alcalaína de nacimiento, quién sería su guía turística durante toda la visita. “La plaza en la que estamos se llama así porque antes, en la iglesia del siglo XVII que tenemos en la espalda, vivían las monjas de clausura llamadas Bernardas”, explicaba la periodista. La atenta mirada de los socios, acompañados también por las auxiliares Marion y Daniela y la terapeuta ocupacional Bárbara, parecía querer captar todos los detalles del entorno. Y es que no sólo había una plaza y una iglesia, allí también se situaban el Palacio Arzobispal y el Museo Arqueológico Regional. 

El tiempo acompañó durante toda la excursión y el sol fue el cómplice perfecto para poder disfrutar de todos los detalles de Alcalá. Uno de los detalles más emblemáticos de la ciudad se pudo reconocer a simple vista: estaba llena de cigüeñas. “Las veis de lejos muy monas pero, ¡de cerca son enormes y dan miedo!”, decía riéndose Laura. “A mí no me dan miedo ninguno, ¡mi pueblo está lleno de ellas!”, contestaba valiente el socio Rufo. Tras esta primera toma de contacto, todo el grupo continuó andando – haciendo una pequeña parada en una iglesia en la que estaban dando misa de Miércoles de Ceniza – hacia la Plaza de los Santos Niños.

La majestuosidad de la Catedral Magistral de los Santos Niños daba la bienvenida a esta nueva plaza descubierta por los excursionistas. “Mira, allí además de cigueñas también hay nidos de urracas”, comentaba un Rufo muy atento al entorno. Los socios escucharon atentos la explicación de por qué esta catedral era la única del mundo -junto con otra situada en Bélgica- que ostentaba el título de Magistral, ya que antiguamente en ella todos sus curas debían estar doctorados en Teología. Y en los azulejos del suelo de la plaza, otro detalle: “Anda, ¡pues sí que están representados los signos del zodiaco!”, decía sorprendida la terapeuta ocupacional Bárbara tras fijarse.

Visita por la Plaza de los Santos Niños, en la que se encuentra la Catedral Magistral de los Santos Justo y Pastor

Desde la Plaza de los Santos Niños, todos bajaron caminando a un ritmo tranquilo por otra ubicación que ya era más familiar para algunos visitantes: la Calle Mayor. “Aquí es dónde ponen todas las terrazas de los bares, ¿no?”, preguntaba Pilar, delegada de Leganés y esposa de Rufo. Y efectivamente, estaban paseando por una de las calles con más ambiente de la ciudad, en ese momento más vacía por ser una mañana de un día de diario. Pero esto no fue un impedimento para descubrir otros muchos detalles interesantes de esta ubicación: la Casa Cervantes (donde por supuesto pararon a hacerse una foto grupal con Quijote y Sancho) o el Hospitalillo de Antezana fueron solo algunos de ellos. 

La buena pinta que lucían los escaparates y el olor que emanaba de algunas de las muchas pastelerías que se sitúan en la Calle Mayor hizo que los visitantes abrieran su apetito. “¿Cuáles son los dulces típicos de aquí?”, preguntaron algunos de los socios. “Las almendras garrapiñadas, las rosquillas de Alcalá y la costrada”, contestó Laura, mientras los llevaba a otra parada que sin duda disfrutarían mucho. Terminando la Calle Mayor, la Plaza Cervantes y su preciosa postal les recibía, aunque el conjunto histórico tuvo que esperar. El hambre había ganado la partida y había que hacer una parada en el camino para gozar también de la gastronomía de la ciudad.

En la puerta de la Pastelería Salinas, la más antigua de la ciudad y fundada en 1846, los excursionistas disfrutaron de algunos de los dulces más típicos de Alcalá. Algunos socios probaron incluso de varios de ellos, ya que Rufino y Charo no se pudieron resistir a probar primero la costrada y después las rosquillas de Alcalá. Este rato de descanso les dio fuerzas para continuar la ruta cultural y escuchar las historias de edificios como el Ayuntamiento, la Capilla del Oidor, el Corral de Comedias o el Círculo de Contribuyentes. 

La última parada dentro del Casco Histórico, que no de la visita, fue la Universidad de Alcalá de Henares. Fundada en el siglo XV, este centro guarda tras sus paredes tanta cultura como anécdotas. “¿Sabíais que términos como “Gorrón” o “Ser un manta” nacieron aquí?”, preguntaba Laura, mientras contaba la historia del por qué de estas expresiones. Los visitantes pudieron además disfrutar de un paseo por los patios de su interior, que fascinaron a muchos de ellos. “¡Qué bonito este claustro! ¡Esto es una pasada”, exclamaba el socio Cándido acompañado de su mujer Agustina. 

Tras este paseo por el centro, los socios subieron al autobús para – ahora sí – poner rumbo a su último destino: la exposición “El arte como terapia”, ubicada en el Centro Cultural Gilitos. Allí les recibieron José Antonio y Sonia, artistas de la muestra, para explicar sus pinturas y también sus historias personales. “Somos un grupo de afectados por el Párkinson que nos gusta pintar”, explicaba Sonia, “mantenerse distraído es una buena manera de paliar los efectos de la enfermedad”. 

Algunos socios, como Pepa, incluso cogieron ideas para sus clases de Manualidades al ver conchas pintadas y decoradas con mucho gusto. “¡Esto lo voy a hacer yo!”, decía la socia mientras Sonia le animaba a ponerse con ello. Las bonitas pinturas de la muestra estaban hechas con mucha precisión, algo que despertó la curiosidad de los allí presentes: “¿Cómo lográis hacer tan bien las líneas?”, preguntaba Cándido. “Cuando haces algo que te gusta la enfermedad pasa a un segundo plano, te concentras y disfrutas tanto que incluso parece que los temblores desaparecen por un rato”, explicó el artista José Antonio.